Ámbar

Hoy vi a un hombre cantando mientras llevaba una bolsa de pizza a su destino, vi un hombre del otro lado de un camión de comida llamando “beautiful “ a un bistec, y a un anciano deshierbando su jardín con tanta delicadeza como se le pasa la mano a un recién nacido por la cabeza.

Hoy vi a mi postdoc (que no es mía pero encuentro una autoridad innombrable en la complicidad y cercanía al usar el pronombre posesivo) sonreír y aplaudir después de que un experimento al final saliera bien.

Hoy una chica me pasó por al lado, una chica de piel ámbar, lisa como un cristal, pelo color miel que se confunde fácilmente con sus hombros ámbar. Su cintura cabe en la mano de un hombre grande y su risa, estoy segura que su risa no cabe en este mundo. La chica ámbar de ojos rasgados y cejas espesas, cintura de hilo y boca de gloria iba conversando o cantando, iba haciéndole con los labios un favor al día. 

Hoy vi un gato gordo cazando el sol, peleando con el rayo de luz que no cabía en su zarpazo, y los vecinos riendo, y el dueño orgulloso de la estupidez de su gato gordo.

Hoy entré y salí y no vi más el sol. Y quedé pensando en el jardín del anciano, en la pizza entregada, en el hermoso bistec, en los ojos brillando, en el experimento y la ciencia, en el ámbar de la chica y en el lento gato gordo. Sé que hoy todo será risas y queso y ámbar detrás de mis ojos cuando duerma.