A 1291 millas está el más acá

Hay un diente de ajo dentro de cada fosa nasal de mi papá, una sonrisa en mi rostro cuando abro WhatsApp, y a exactamente 1291 millas de distancia mi mamá corta un cake que un ex enamorado mío le regalara, a pesar de que le dijera que no, que me daba mucha pena aceptarlo, y me preguntara tartamudeando del otro lado del teléfono que cómo yo estaba, y le respondiera una verdad a medias, y me dijera gracias al final, cuando soy yo quien debía dárselas. Hay un padre nuestro que viaja como impulso eléctrico desde mi iPhone 12 hasta el android de mi papá: “padre nuestro que estás en Georgia, santificado sea tu moco, venga tu cuerpo a Filadelfia, hágase mi voluntad, sólo mi voluntad, y nada más que mi voluntad aquí en mi casa como en la tuya, y no me dejes caer en la tentación de la sopa de brócoli con cheddar, por los mocos de los mocos, así sea”. Hay carcajadas del otro lado, y aún son 1291 millas hasta el más allá que nunca deja de ser más acá. Con el año de la revolución triunfante nació mi mamá, y por ello cantaba con orgullo la canción de Alfredito Rodríguez: “Mitad caballo mitad persona, con arco y flecha siempre luchando, se cae mil veces contra la lona, pero a la vez se va levantando…. Sagitario, y que nadie te aguante, sagitario pa’lante y pa’lante”. Pero eso fue antes de la Iglesia, después de Dios el horóscopo es cosa profana.